Vale, esta vez esto se pasa del límite de la mala pata. Pero de la mala suerte, que rompes un espejo lanzando un gato negro (pobrecito...) tras pasar por debajo de una escalera un martes/viernes trece, y es más suerte de la que he tenido yo.
Para empezar, me fui a esquiar, y aquí que nadie me salte en plan "Toni, eres un exagerado". Y yo digo "calla, que no has visto ni la mitad de la mitad". En fin, como iba diciendo antes de que tan groseramente me interrumpieran, me fui a esquiar a Sierra Nevada, en Granada. Nos fuimos en una fecha que realmente, me iba bastante bien: nos fuimos el lunes 5 de Febrero, una semana, por lo que las vacaciones nos cogían del primer sábado del mes hasta el lunes y el martes siguientes, aparte de la susodicha semana. 11 días, no está mal, eh?
En fin, llegamos al aeropuerto de Málaga el primer lunes, y conducimos un Fiat Tipo que alquilamos por cuatro perras hasta Granada, donde nos alojamos en una residencia en el centro de la ciudad. El martes, nos fuimos en coche ( obvio, no íbamos a recorrer 36 kilómetros haciendo el pino) hasta la estación de esquí de Sierra Nevada. Alquilamos los esquíes (que también se puede decir esquises, dependiendo de si se quiere decir bien o mal), los palos, los cascos y esas infernales botas que no hay quien se las ponga, que son más rígidas que el ajuste económico de la Merkel. De verdad, reitero en el tema de las botas: no hay nadie que tras esquiar un día no afirme muchas veces que el mejor momento del día es quitarse las botas de esquí.
Bueno, llegamos el primer día, que allí arriba había más gente que en el metro de China, y nosotros más abrigados que un oso polar con chubasquero: dos pares de guantes, forro polar y por encima una chaqueta de esquiar más gruesa que un diccionario Coreano-Extraterrestre, pantalones de esquiar, y unos calcetines que más que calcetines eran medias que, a ver, a las mujeres entiendo que les guste, pero a nosotros los hombres, que para tirar la basura en Noruega nos ponemos una camiseta sin mangas y un pantalón corto y punto, no nos gusta llevar kilómetro y medio de lana en los pies... Resumiendo dentro de mi vocabulario, que ya sabéis que me cuesta no enrollarme como una estera: el primer día fue para repasar un poco los conceptos básicos y recordar a esquiar, frenar, etc. Hice muchas bajadas y me lo pasé muy bien.
El tercer día. Aquí es cuando empezó el infierno. Lo cual tiene gracia, teniendo en cuenta que la temperatura máxima eran -9ºC. Hoy ya empezamos a bajar pistas más complicadas. Bastante más complicadas. Y con bastante quiero decir que tragué más nieve que...eh...esto...no sé, algo que traga mucha nieve. Y al final del día sucedió: iba bajando por una pista a toda velocidad, intenté girar para frenar un poco, de repente me encontré de espaldas, porque no se cómo siempre que me caigo esquiando tenía que ser de espaldas, aprendí a hacer la voltereta trasera de mala manera, y pasó lo que por INERCIA (perdón, ya paro.) tenía que pasar: me encontré medio kilómetro más abajo de donde estaba con un dolor en el hombro derecho que me estaba matando por dentro. Poco después, llegaron mis padres, que tras hacer un análisis rápido de tercera mano pensaron que era un esguince. Me ayudaron a ponerme en pie y los esquíes, y, sin saber cómo, me encontré esquiando pista abajo con el hombro matándome. Tras dos horas de puro sufrimiento y dolor, salí del hospital de Granada con el brazo en cabestrillo y dos conceptos en la cabeza, cabeza que no sabía cómo no la había perdido del trastazo: Clavícula rota y Cirugía. Aquella noche con el hombro gritándome chillidos de dolor al oído, me dormí por puro cansancio. Y luego me desperté porque me había dormido 30 minutos antes de que tuviéramos que levantarnos.
Al día siguiente, nos fuimos otra vez a la estación de esquí, pero esta vez no para esquiar (¿Con el hombro roto, qué te esperabas, malabares?), sino para devolver el material de esquí mío y de mi madre, que insistió en quedarse a cuidarme. Por otra parte, mi padre decidió esquiar un último día antes de devolver su material. En fin, mi madre y yo vagabundeamos por la estación, donde compramos un par de souvenires y comimos en una pizzería.
El viernes, clavícula rota incluida, nos fuimos a visitar el mayor monumento mozárabe de toda España, un lugar que tenía que ver antes de morir: La Alhambra. Recorrimos el Palacio de Carlos V, nos paseamos por la Alcazaba, y nos pateamos los palacios nazaríes, donde estaba lo que yo realmente quería visitar: El patio de los Leones.
Sábado, penúltimo día, visitamos el casco antiguo de la ciudad, donde callejeamos hasta la tarde, visitando el Corral del Carbón, la Plaza de Toros, que últimamente estaba generando mucha polémica debido al tema de la tauromaquia, y la Casa de los Tiros.
Y por fin, el domingo nos levantamos a las 6 de la mañana y conducimos el coche de vuelta a Málaga, donde cogimos el avión de vuelta a Tenerife.
Luego, el lunes nos fui...-Un segundo, un segundo que me hablan por el pinganillo. ¿Hola? Sí, soy yo. ¡Claro que lo estoy escribiendo!De hecho, lo estoy acabando. ¿Cómo que muy largo?¡No es tan...! Bueno, realmente, sí que lo es. ¿Y qué quieres que haga? !A mí me han pagado por la historia hasta hoy, no hasta hace una semana! ¿En dos partes? Preferiría hacerlo seguido, pero, sí, podría partirlo. Aún así, tampoco es motivo para ponerse así... ¡¡Vale, vale, calmesé!! ¿Una parte hasta llegar a Tenerife, y la otra hasta hoy, le parece bien? Mucho mejor, ¿vé cómo hablando se entiende la gente? Vale, ya lo corto.- Lo siento chicos, pero me ha llamado el jefe de redacción. Dice que es una historia muy larga, así que la voy a cortar en dos partes: la primera será hasta aquí, y la segunda, pues lo que queda hasta hoy, que la publicaré en seguida. Así que nada más... por el momento.
Nos vemos en mi próximo capítulo
Para empezar, me fui a esquiar, y aquí que nadie me salte en plan "Toni, eres un exagerado". Y yo digo "calla, que no has visto ni la mitad de la mitad". En fin, como iba diciendo antes de que tan groseramente me interrumpieran, me fui a esquiar a Sierra Nevada, en Granada. Nos fuimos en una fecha que realmente, me iba bastante bien: nos fuimos el lunes 5 de Febrero, una semana, por lo que las vacaciones nos cogían del primer sábado del mes hasta el lunes y el martes siguientes, aparte de la susodicha semana. 11 días, no está mal, eh?
En fin, llegamos al aeropuerto de Málaga el primer lunes, y conducimos un Fiat Tipo que alquilamos por cuatro perras hasta Granada, donde nos alojamos en una residencia en el centro de la ciudad. El martes, nos fuimos en coche ( obvio, no íbamos a recorrer 36 kilómetros haciendo el pino) hasta la estación de esquí de Sierra Nevada. Alquilamos los esquíes (que también se puede decir esquises, dependiendo de si se quiere decir bien o mal), los palos, los cascos y esas infernales botas que no hay quien se las ponga, que son más rígidas que el ajuste económico de la Merkel. De verdad, reitero en el tema de las botas: no hay nadie que tras esquiar un día no afirme muchas veces que el mejor momento del día es quitarse las botas de esquí.
Yo esquiando. |
El tercer día. Aquí es cuando empezó el infierno. Lo cual tiene gracia, teniendo en cuenta que la temperatura máxima eran -9ºC. Hoy ya empezamos a bajar pistas más complicadas. Bastante más complicadas. Y con bastante quiero decir que tragué más nieve que...eh...esto...no sé, algo que traga mucha nieve. Y al final del día sucedió: iba bajando por una pista a toda velocidad, intenté girar para frenar un poco, de repente me encontré de espaldas, porque no se cómo siempre que me caigo esquiando tenía que ser de espaldas, aprendí a hacer la voltereta trasera de mala manera, y pasó lo que por INERCIA (perdón, ya paro.) tenía que pasar: me encontré medio kilómetro más abajo de donde estaba con un dolor en el hombro derecho que me estaba matando por dentro. Poco después, llegaron mis padres, que tras hacer un análisis rápido de tercera mano pensaron que era un esguince. Me ayudaron a ponerme en pie y los esquíes, y, sin saber cómo, me encontré esquiando pista abajo con el hombro matándome. Tras dos horas de puro sufrimiento y dolor, salí del hospital de Granada con el brazo en cabestrillo y dos conceptos en la cabeza, cabeza que no sabía cómo no la había perdido del trastazo: Clavícula rota y Cirugía. Aquella noche con el hombro gritándome chillidos de dolor al oído, me dormí por puro cansancio. Y luego me desperté porque me había dormido 30 minutos antes de que tuviéramos que levantarnos.
Al día siguiente, nos fuimos otra vez a la estación de esquí, pero esta vez no para esquiar (¿Con el hombro roto, qué te esperabas, malabares?), sino para devolver el material de esquí mío y de mi madre, que insistió en quedarse a cuidarme. Por otra parte, mi padre decidió esquiar un último día antes de devolver su material. En fin, mi madre y yo vagabundeamos por la estación, donde compramos un par de souvenires y comimos en una pizzería.
El viernes, clavícula rota incluida, nos fuimos a visitar el mayor monumento mozárabe de toda España, un lugar que tenía que ver antes de morir: La Alhambra. Recorrimos el Palacio de Carlos V, nos paseamos por la Alcazaba, y nos pateamos los palacios nazaríes, donde estaba lo que yo realmente quería visitar: El patio de los Leones.
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En el Patio de los Leones. |
Y por fin, el domingo nos levantamos a las 6 de la mañana y conducimos el coche de vuelta a Málaga, donde cogimos el avión de vuelta a Tenerife.
Luego, el lunes nos fui...-Un segundo, un segundo que me hablan por el pinganillo. ¿Hola? Sí, soy yo. ¡Claro que lo estoy escribiendo!De hecho, lo estoy acabando. ¿Cómo que muy largo?¡No es tan...! Bueno, realmente, sí que lo es. ¿Y qué quieres que haga? !A mí me han pagado por la historia hasta hoy, no hasta hace una semana! ¿En dos partes? Preferiría hacerlo seguido, pero, sí, podría partirlo. Aún así, tampoco es motivo para ponerse así... ¡¡Vale, vale, calmesé!! ¿Una parte hasta llegar a Tenerife, y la otra hasta hoy, le parece bien? Mucho mejor, ¿vé cómo hablando se entiende la gente? Vale, ya lo corto.- Lo siento chicos, pero me ha llamado el jefe de redacción. Dice que es una historia muy larga, así que la voy a cortar en dos partes: la primera será hasta aquí, y la segunda, pues lo que queda hasta hoy, que la publicaré en seguida. Así que nada más... por el momento.
Nos vemos en mi próximo capítulo
Antonio de Frutos Acosta (Manco temporal)
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